¿Qué significa realmente conocer a Jesús?
¿Te imaginas llegar al cielo, llamar a la puerta… y que Jesús diga: “No te conozco”? Suena duro, ¿verdad? Pero esto no es una simple advertencia; es una de las declaraciones más impactantes que Jesús hizo, y está registrada en Mateo 7:21-23.
“No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.”
Con estas palabras, Jesús rompe con toda idea superficial de religiosidad. No basta con hablar bonito, asistir a la iglesia o hacer obras impresionantes. Él quiere algo más profundo: una relación real, viva y obediente.
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Más que palabras: la fe verdadera se demuestra
Jesús deja claro que hay personas que harán cosas asombrosas en su nombre—profetizar, echar fuera demonios, hacer milagros—pero al final Él les dirá: “Nunca los conocí; apártense de mí, hacedores de maldad.”
¿Qué significa esto? Que la apariencia espiritual no garantiza una conexión con Cristo. Puedes saber mucho de Jesús… sin conocerlo de verdad. Puedes hablar de Él, cantar sobre Él, servir en Su nombre… y aun así no estar en Su voluntad.
El verdadero cristianismo no se trata de actividades religiosas, sino de obediencia sincera al Padre.
Admiradores vs. Seguidores: ¿Dónde estás tú?
Muchos admiran a Jesús. Lo ven como un gran maestro, un modelo moral o una figura histórica inspiradora. Pero Jesús no busca admiradores, sino seguidores comprometidos.
Un seguidor:
- Lo obedece, aunque cueste.
- Renuncia a sí mismo.
- Vive según Su Palabra.
- Ama como Él amó.
Esto no significa perfección, pero sí una vida rendida. Es una entrega diaria, una comunión constante, una transformación progresiva. Es permitir que el Espíritu Santo nos moldee a la imagen de Cristo.

Religión sin relación: el gran peligro moderno
Vivimos en una era donde es fácil aparentar. Las redes sociales, los eventos masivos, las frases bonitas y los likes pueden dar una imagen espiritual que no se corresponde con el corazón.
Pero Jesús no se deja engañar. Él ve más allá del discurso. Escudriña el corazón. Por eso, lo más importante no es cómo te ven los demás… sino cómo te ve Dios.
¿Tu fe es solo un disfraz? ¿O una realidad que transforma tu carácter, tus decisiones y tus relaciones?
¿Cómo saber si soy un verdadero discípulo?
Aquí van algunas señales que pueden ayudarte a discernir:
- ¿Obedezco la Palabra de Dios aunque no sea popular o conveniente?
- ¿Mi oración es solo una rutina o un diálogo sincero con mi Salvador?
- ¿Busco agradar a Dios o solo cumplir con una lista religiosa?
- ¿Hay fruto del Espíritu en mi vida: amor, gozo, paz, paciencia, dominio propio?
- ¿Mi fe me lleva a amar y servir a otros?
No se trata de vivir con miedo, sino de vivir con propósito y autenticidad. Jesús quiere conocerte, pero eso implica que tú también lo conozcas a Él, más allá del nombre, de la costumbre o de la tradición.
¿Qué puedo hacer hoy para alinearme con Su voluntad?
- Pasa tiempo en oración sincera. Habla con Jesús como quien habla con su mejor amigo.
- Lee y estudia Su Palabra. No solo como deber, sino como un encuentro con Su voz.
- Pide al Espíritu Santo que te revele áreas donde necesitas cambiar.
- Conéctate con otros creyentes auténticos. La comunidad es clave para crecer.
- Actúa con fe. No basta saber; hay que obedecer.
Reflexión final: ¿Soy conocido por Jesús?
Esta es la gran pregunta: ¿Jesús me conoce? No si sé de Él, no si hablo de Él… sino si tengo una relación viva y transformadora con Él.
La religión sin relación nos deja vacíos. Pero una fe auténtica, basada en amor y obediencia, nos abre las puertas del cielo.
Hoy es un buen día para evaluarnos, arrepentirnos si es necesario y volvernos a Él con todo el corazón.
¿Estás viviendo una fe de apariencia o una relación verdadera con Cristo? Tómate un momento para reflexionar y, si lo deseas, comparte en los comentarios lo que Dios ha hablado a tu vida.