Jesús sana a un hombre con lepra

Jesús sana a un hombre con lepra (Mateo 8:1-4): Una historia de amor, compasión y restauración


¿Alguna vez te has sentido rechazado o impuro?

Todos hemos experimentado momentos en los que nos sentimos rotos, impuros o indignos. Tal vez por errores del pasado, heridas emocionales, o situaciones que nos han marcado. Es en esos momentos cuando la vergüenza y el rechazo pueden hacernos creer que ni siquiera Dios nos quiere cerca. Pero hay una historia en la Biblia que contradice esa mentira de forma poderosa.


El contexto social de la lepra: más que una enfermedad

En tiempos de Jesús, la lepra no solo era una enfermedad física, sino también una condena social y espiritual. Los leprosos eran apartados de la comunidad, obligados a vivir aislados, sin contacto humano. Nadie los tocaba, nadie se acercaba. Eran considerados impuros, marcados por la desesperanza.

Sin embargo, en Mateo 8:1-4, encontramos a un hombre que, a pesar del estigma, se atrevió a hacer lo impensable: se acercó a Jesús.


El acto de fe que cambió todo

“Señor, si quieres, puedes limpiarme.” — Mateo 8:2

Estas palabras, simples pero profundas, son un grito de fe en medio del rechazo. El leproso no dudó del poder de Jesús, solo se preguntaba si Él querría sanarlo. Es un reflejo de cómo muchas veces nos acercamos a Dios: creyendo que Él puede, pero dudando si quiere hacer algo por nosotros.

Y la respuesta de Jesús fue impactante.

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Jesús tocó lo intocable

“Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: Quiero. Sé limpio.” — Mateo 8:3

¡Jesús lo tocó! Antes de sanarlo, antes de decir una palabra… lo tocó. Este gesto rompió con toda norma social y religiosa de la época. Jesús no tuvo miedo de acercarse al dolor, a la impureza, a la vergüenza. Lo tocó porque su compasión es más fuerte que cualquier regla humana.

Y en ese momento, el milagro ocurrió. El hombre fue sanado, no solo físicamente, sino también emocional y espiritualmente. Fue restaurado en su cuerpo, en su dignidad y en su lugar dentro de la comunidad.


El corazón de Jesús: compasión, poder y cercanía

Este pasaje revela algo esencial del carácter de Jesús: Él no solo puede sanarte, Él quiere hacerlo. No es un Dios distante, ni indiferente. Es un Salvador cercano, dispuesto a tocar nuestras heridas más profundas, esas que escondemos por miedo al rechazo.

Jesús no te pide que te limpies antes de acercarte. Al contrario, te invita a venir tal como eres, con tus heridas, tus fallos, tus miedos. Porque solo Él puede transformarte desde dentro.


Aplicaciones para nuestra vida hoy

1. No te alejes por vergüenza: Muchos evitan acercarse a Dios por sentir que no son lo suficientemente buenos. Pero Jesús no espera perfección. Él responde al corazón humilde y sincero.

2. Atrévete a acercarte con fe: Como el leproso, da el paso. No importa cuán rota esté tu vida, Jesús puede y quiere restaurarte.

3. Deja que Jesús te toque: Su toque sigue siendo poderoso. Él sana, restaura, levanta. Hoy también dice: “Quiero. Sé limpio.”

4. Sé como Jesús con los demás: No tengas miedo de acercarte a los rechazados. Tu compasión puede ser el canal por donde Dios sane otras vidas.


Reflexión final: ¿Estás dispuesto a acercarte?

Es fácil creer que Dios actúa por otros, pero no por nosotros. Que nuestra historia ya no tiene solución. Pero Jesús sigue diciendo: “Quiero. Sé limpio.” Él no solo puede, sino desea profundamente tocar tu vida y transformarla.

¿Y tú? Estás dispuesto a acercarte como ese hombre, con fe, sin máscaras, confiando en que el amor de Jesús es más fuerte que tu pasado?
Hoy puede ser el día de tu restauración.

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